Donde hay un gran amor hay siempre milagros.
Los milagros no se apoyan tanto en los rostros, las voces o los poderes curativos que nos llegan de lejos, como en el refinamiento de nuestra percepción, que hace que, por un momento, nuestros Ojos puedan ver y nuestros oídos oír lo que está siempre a nuestro alrededor.
Sí, siempre hay algo a nuestro alrededor.
Tener un propósito en la vida, entrar en nuestro interior, descubrir que el propósito tiene que ver con el amor incondicional y el servir y el contacto con lo que está siempre a nuestro alrededor, altera de manera espectacular nuestra visión del mundo.
Hacer milagros está entonces a la vuelta de la esquina.
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