
Hay veces que nos suceden cosas que nos dejan
tambaleantes, como si la tierra estuviera sacudiéndose
bajo nuestros pies.
Nuestro sentido de seguridad está siendo retado,
y la tendencia natural es tratar de aferrarnos
a lo que tenemos.
Pero este terremoto interior es tanto necesario como tremendamente importante,
si lo permitimos,
uno emerge de los escombros más fuerte y más disponible
para nuevas experiencias.
Hay que tratar de observar estas crisis con desapego, casi
como si estuviera sucediéndole a otra persona.
Decir sí al proceso, y encontrarnos con él a medio trayecto.
Después del fuego, la tierra se reabastece.
Después de la tormenta, el aire es claro.
Después de la fría noche, el sol siempre sale,
ilumina y calienta
tambaleantes, como si la tierra estuviera sacudiéndose
bajo nuestros pies.
Nuestro sentido de seguridad está siendo retado,
y la tendencia natural es tratar de aferrarnos
a lo que tenemos.
Pero este terremoto interior es tanto necesario como tremendamente importante,
si lo permitimos,
uno emerge de los escombros más fuerte y más disponible
para nuevas experiencias.
Hay que tratar de observar estas crisis con desapego, casi
como si estuviera sucediéndole a otra persona.
Decir sí al proceso, y encontrarnos con él a medio trayecto.
Después del fuego, la tierra se reabastece.
Después de la tormenta, el aire es claro.
Después de la fría noche, el sol siempre sale,
ilumina y calienta
Anónimo