
Jamás presta atención al presente.
Con todo, el aspecto más siniestro de la codicia es su capacidad para adormecer y anular el deseo.
Destruye la inocencia natural del deseo, aniquila sus horizontes y los reemplaza por una posesividad frenética y atrofiada.
Esta codicia envenena la Tierra y empobrece a sus habitantes.
Tener se ha convertido en el enemigo siniestro de ser.
John O' Donohue