
En el transcurso del tiempo hemos presenciado cómo se ha saqueado, rechazado y reestructurado la naturaleza femenina instintiva.
Durante largos períodos, ésta ha sido tan mal administrada como la fauna silvestre y las tierras vírgenes.
Durante miles de años, y basta mirar el pasado para darnos cuenta de ello, se le ha relegado al territorio más yermo de la psique.
A lo largo de la historia, las tierras espirituales de la Mujer Salvaje ha sido expoliadas o quemadas, sus guaridas se han arrasado y sus ciclos naturales se han visto obligados a adaptarse a unos ritmos artificiales para complacer a los demás.
No es ninguna casualidad que la prístina naturaleza virgen de nuestro planeta vaya desapareciendo a medida que se desvanece la comprensión de nuestra íntima naturaleza salvaje.
No es difícil comprender por qué razón los viejos bosques y las ancianas se consideran unos recursos de escasa importancia.
No es ningún misterio.
Tampoco es casual que los lobos y los coyotes, los osos y las mujeres inconformistas tengan una fama parecida.
Todos ellos comparten unos arquetipos instintivos semejantes y, como tales, se les considera erróneamente poco gratos, total y congénitamente peligross y voraces.
Mujeres que corren con los lobos - Clarissa P. Estés