2 abr 2008

Las Mujeres y la Soledad

La soledad, ese espejo, me exige trabajar el rechazo de mí misma para lograr mi propia reconciliación . Trabajo crítico, cotidiano, interminable.

Si no puedo ser lo que puedo ser, si no acepto ser eso que realmente soy, quedo atrapada en un sueño: el de imaginar que soy lo que deseo, en vez de ser lo que puedo.

Una mujer sola rompe un orden establecido, transgrede pautas ideológicas y valores tradicionales.

En la sociedad en que vivimos, una mujer sola es una mujer castrada. Supuestamente ha fracasado. No ha podido consumar su femineidad.

En la intemperie, expuesta al deterioro de la indefensión, no termina de ser mujer y se ve obligada a ser hombre.

La soledad aparece así como un tiempo y un espacio poblado de fantasmas que amenazan arrastrarla a un destino de dolor y de vacío afectivo.

Las mujeres tendemos a sustentar nuestra identidad en la presunta identidad masculina.

Creemos ser en tanto tenemos un varón al lado. Su presencia nos otorga identidad.

No enajenamos así del proceso de creación de nosotras mismas.

Al igual que nosotras, el varón tiende a sustentar su identidad en la presunta identidad femenina.

En definitiva, la prueba supuesta de que uno existe sobreviene cuando se tiene otro al lado.

Solamente puedo ser junto a otro que ratifica con su presencia mi existencia.





De Liliana Mizrahi – La mujer transgresora