20 abr 2008

Semillo



Le decían “Semillo”

Su pelo renegrido, lacio, muy corto y con flequillo enmarcaban su carita redonda de ojos negros como uvas , dándole un cierto aire de varón.

Le gustaban los lugares con forma de cueva, le gustaba contemplar la naturaleza, sentarse en la parte de atrás de la casa y observar la rapidez con que el sol se perdía tras el horizonte.

Se quedaba mucho tiempo allí, soñando, soñando quizás con otros lugares, con otra vida, a veces solía tener alguna revista entre sus manos donde miraba a las artistas y deseaba ser linda y famosa como ellas.

También disfrutaba tirarse panza abajo en el lote de alfalfa mordisqueando el cabito de las flores para sentirle el sabor, mientras viajaba, vaya a saber porque lugares desde su mundo de ocho años.

O caminar descalza por los charcos de agua que quedaban después de la lluvia, jugando con sus hermanos y oteando el cielo para ver aparecer el arco iris en todo su esplendor, mientras el olor de las tortas fritas lo inundaba todo.

Le gustaba levantarse temprano y acompañar a su mamá cuando iba a ordeñar y poder tomar el primer vaso de leche espumoso y calentito.

En esos momentos se sentía segura y perdía los miedos.

Miedo a las sombras, a los truenos, a los relámpagos, a los animales muertos, a los perros, miedo, miedo, miedo.

El mismo miedo que sintió aquella fría mañana, tan lejana, tan viva cuando decidió? decidieron? que se fuera a vivir con la “patrona” a la gran ciudad, enorme casa, gentes desconocida, maestra particular.

Esa era la “otra vida”?

O la vida era aquella que contenía la imagen que durante años la acompañó, la llenó de dolor, la paralizó.

La imagen de verse a si misma de rodillas en la parte de atrás del auto, sus ojitos negros llenos de lágrimas, mirando por la luneta como rápidamente se iban desdibujando y desaparecían, su casa, sus hermanos, su papá, su mamá, su vida.